lunes, 21 de marzo de 2016

Pasión por el sufrimiento



Ahora que estamos en Semana Santa se hace más evidente que nunca lo sobrevalorado que está el sufrimiento. Tomemos como ejemplo a Jesús de Nazaret, un hombre tranquilo, revolucionario pero pacífico, que vivió 33 años, que intentaba enseñar al resto a amar, a respetar, a perdonar, a vivir en paz, a deshacerse de la culpa. 
Es verdad que tuvo seguidores y tuvo detractores, hubo gente que lo amaba y lo siguió hasta el final (traiciones y negaciones de última hora incluidas) y otros que lo odiaban y lo querían muerto, pero él iba a su bola. No intentaba imponerse, no utilizaba el miedo para dominar a los demás. Le daba todo igual porque lo tenía muy claro. Tan claro que cuando fueron a por él no se resistió lo más mínimo.
El caso es que este hombre, durante 33 años, fue feliz, tuvo infancia, adolescencia, juventud... 
Sin embargo, la imagen que tenemos de él en las iglesias, encima de la cama, colgada del cuello... en todas partes, es en la cruz, hecho polvo. 
Tiene narices la cosa: un breve instante de tiempo en el que Jesús estaba reventado, ensangrentado, perforado por todas partes y agonizando y es precisamente esa "foto" la que elegimos para recordarlo. No habrá momentos de su vida para representarlo más que ése...
Y es que, por lo visto, si no es así, no nos queda claro lo mucho que nos amó, tenemos que verlo agonizar. 
Lo  mismo nos pasa con el resto de los mortales: o sufres o no amas. Si quieres a tus hijos, tienes que sufrir por ellos, por si les pasa cualquier cosa, cuando salen, cuando los ves tristes, cuando ves que se aburren, cuando no les puedes comprar todo lo que quieren, cuando no les puedes dedicar el tiempo que te gustaría... El motivo da igual, tienes que sufrir. 
Con la pareja lo mismo. Si amas a alguien, tiene que notarse por la intensidad de tu sufrimiento, por tu miedo a perderlo, por tu dolor cuando lo pierdes. 
Con el trabajo, los amigos, la casa, el coche... nos pasa lo mismo con todo. O sufres o no sientes.
Y todo eso es más falso que Judas, es algo de lo que nos hemos querido convencer durante siglos, supongo que para no darnos cuenta de que sufrir no tiene sentido, no sirve para nada y no mide el amor, sino el apego, la necesidad. 
El sufrimiento para lo único que sirve es para meternos el miedo en el cuerpo y recordarnos, a todas horas, lo vulnerables que hemos acabado creyendo ser, porque así es más fácil que se nos manipule. Con una persona acojonada haces lo que quieras, es más fácil que obedezca.




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