jueves, 30 de junio de 2016

Una vez más.


El domingo pasado, en las elecciones generales que hubo en España, para mí no ganó ningún partido político, ganó el miedo. Y, si hubieran ganados otros, estaríamos en las mismas.
Porque todos sabemos que, una vez instaurados el miedo y la desconfianza (que son lo mismo, aunque en diferente grado) en la mente de la gente, ésta es sumamente manipulable. Y ellos lo saben y se aprovechan.
En la vida solo se puede funcionar de dos maneras: desde el amor o desde el miedo, no hay más posibilidades ni hay matices. Cada vez que tomamos una decisión es desde una de esas dos posturas, es así de sencillo, aunque lo enmascaremos de mil maneras. Podemos (y, de hecho, lo hacemos) disfrazar el miedo de prudencia, de responsabilidad, de sensatez, de condescendencia... pero, si somos honestos, nos daremos cuenta de que, cuando actuamos por miedo, no nos quedamos en paz.
Lo que no entiendo son todas las críticas a esto que ha ocurrido y creo que, dado que todos tomamos a diario decisiones basadas en el miedo, deberíamos ser más comprensivos.
Todos nosotros hemos sido (y somos) esclavos del miedo: el que aguanta un trabajo que odia, el que se queda con una pareja a la que no ama, la mujer que aguanta que la maltraten, la que no ve el momento de tener hijos por si le cuesta el puesto, el que no dice lo que piensa por miedo al rechazo, el que no se decide a hacer algo arriesgado aunque sea su pasión...
Y, en todos estos casos, la pregunta es la misma: ¿miedo a qué? Desde luego, a nada real. Miedo a lo que uno cree que ocurrirá si hace o deja de hacer algo, miedo a lo desconocido porque, claro, más vale malo conocido que bueno por conocer. Eso es lo que nos han enseñado y eso es lo que nos ha calado: virgencita, que me quede como estoy. Y así nos va. 
Ahora mismo da la sensación de que este país se encuentra, de nuevo, dividido: las dos Españas y todo eso. Sin embargo, estamos todos juntos en el mismo barco, más allá de ideologías políticas, porque el que no le tiene miedo a unos le teme a los otros, porque ya se han encargado ellos de dividirnos y de encabronarnos, aplicando eso de "divide y vencerás". Y ya se está hablando de vencedores y vencidos y todas esas cosas que son una locura. 
Nos están manipulando, nos están haciendo desconfiar y temer de todo, para luego erigirse en salvadores de la patria. Todos los que son visibles lo están haciendo, esto no es privilegio de nadie.
Ponemos la tele y no hay más que motivos para vivir acojonados: los refugiados sirios, el estado islámico, Reino Unido, la ultra derecha, la casta, la extrema izquierda, Venezuela, el zika, el mosquito tigre, las plagas de medusas... Es todo un intento de no dejar vivir tranquilo y no nos dan tregua. 
Y conste que no digo que esas cosas no pasen, porque algunas pasan de verdad. Pero también pasan otras cosas, muy bonitas, de las que no nos enteramos. Y seguro que el balance es positivo.
Así que, una vez más, el domingo ganaron los que quieren que sigamos siendo marionetas. 
Así que, una vez más, me cago en esta democracia. Porque la democracia debería ser sinónimo de libertad y, mientras tengamos tanto miedo, no habrá libertad.

jueves, 2 de junio de 2016

Dicen.

Dicen que es mejor amar que ser amado, que es mejor dar que recibir, que lo bueno de verdad, lo que realmente te llena, es dar sin esperar recibir nada a cambio.
Eso dicen. 
Pero uno no se lo llega a creer del todo nunca. No, si tiene miedo a que le hagan daño. No, hasta que entiende que esa coraza que parece protegerle, en realidad le está ahogando.
Uno no se lo llega a creer hasta que se atreve a probarlo y, entonces, se da cuenta de que es cierto, que es bonito dar sin medida, sin maquinar estrategias elaborando el plan a seguir para conseguir algo concreto. Es bonito dejarse llevar aun a riesgo de que duela. Es bonito soltar el control y permitir que pase lo que tenga que pasar. 
Y, precisamente, cuando amas así, es cuando te vuelves invulnerable, cuando es imposible que sufras, porque no estás atado a un resultado, porque no hay nada que conseguir, nada que retener. Porque la única finalidad es amar y amar es dar, no es esperar a ver qué recibes de fuera. Y da igual lo que pase más allá de eso. 
Dando eres feliz, pase lo que pase, dure lo que dure. 
Eso dicen. Y no te lo crees hasta que lo pruebas.