domingo, 21 de mayo de 2017

Lo que siempre he querido.

Hoy pensaba en la cantidad de años que hace que soy feliz y son ya varios. Pase lo que pase y a pesar de tener momentos de decaimiento, pero lo soy. Y pensaba también que, en realidad, es lo que he querido siempre, igual que el resto, supongo, no concibo que haya alguien que quiera otra cosa.
Sin embargo, antes no lo era, como no lo es mucha gente.
Y, hoy, me he dado cuenta de que me era imposible porque en el fondo no lo deseaba, porque estaba más pendiente de poner condicionantes a esa felicidad que de mantenerme en mi propósito. 
No lo era porque creía que, a no ser que se dieran unas determinadas circunstancias, no podría serlo, que la felicidad está hecha de logros, de motivos
Pero no hay motivos para ser feliz, solo tienes que decidir que, ante todo e independientemente de todo, lo quieres ser. Solo tienes que dejar tu ego a un lado, abandonar ese empeño en imponer tu forma de ver la vida y de hacer las cosas y tener una única meta: tener la mente en paz.
Hace ya tiempo que no espero nada de nadie, que no espero nada de la vida, que todo me viene bien porque soy capaz de escoger lo que quiero para mí y lo que no, sin miedos, y soltar lo que me pesa, lo que me produce esfuerzo y sacrificio. Y, cuando no me queda más remedio que vivir una experiencia, intento que sea, también, desde su lado positivo o, por lo menos, transformarlo en una enseñanza. 
Hace tiempo que entendí que no podía estar en constante lucha contra la vida, que era mejor ir adaptándome a lo que la vida me iba trayendo o rechazándolo tranquilamente, sin alterarme, sin agobios.
Estoy convencida de que ahí es donde radica la clave, en la capacidad de aceptación y adaptación.
Por lo menos, a mí, es lo único que me ha permitido llegar adonde siempre he querido.


martes, 17 de enero de 2017

A tu entera disposición.


Si hoy decides buscar motivos para ser feliz, lo vas a tener muy fácil, porque haberlos, haylos, siempre los hay.
Si decides buscar razones para sentirte desgraciado, lo vas a tener igual de fácil, siempre las hay.
Así pues, cuando te despiertas, inconscientemente y en función de con qué pie te levantas, decides qué estado de ánimo es el que vas a alimentar a lo largo del día y en qué te vas a centrar, hasta el punto de que lo que no coincida con lo que quieres ver, te pasará desapercibido. 
Porque muchas veces la prioridad es tener razón, aunque la idea sea que la vida es una mierda, preferimos alimentar esa idea a comprobar que estamos equivocados.
Y, con esa decisión tomada, vas a salir a la calle, o te vas a pasear por la casa y verás belleza o verás fealdad. 
Te vas a cruzar con gente, y verás amabilidad u hostilidad, según lo que proyectes, pero si regalas sonrisas no puedes recibir agresividad y viceversa.
Nada de lo que ves es tal y como lo ves en realidad, todo es neutro. Eres siempre tú proyectando y percibiendo lo proyectado, sin darte cuenta del primer paso.
Todo está puesto para ti, para que lo utilices como quieras, para que lo uses como excusa para justificar su desdicha o para apoyar tu felicidad.
Sin embargo, curiosamente, la felicidad no suele requerir de apoyos, somos felices porque sí, sin saber muy bien los motivos. 
La insatisfacción, al contrario, se fundamenta en expectativas no cumplidas, en culpa, en prisas, en miedo... en ego.
Antes de empezar un nuevo día, plantéate qué quieres ver hoy y cómo te quieres sentir y, una vez tomada esa decisión, comprueba que todo lo que rodea lo han puesto para ti, a tu entera disposición, para que le des el uso que más te convenga, o que más convenga a tu ego.